Historia 5: Natalia González Varela
HISTORIA 5: NATALIA GONZÁLEZ VARELA
Yo vengo de una familia con enfermedades autoinmunes por lo que desde pequeña recuerdo tener mucho contacto con el hospital y hacerme pruebas genéticas. A los 7 años enfermé de meningitis pero, a día de hoy, tengo la duda de si pudo ser síntomas de la EM puesto que el diagnóstico fue unos años después en 1995 cuando tenía 15 años de edad.
Un día de verano en clase de repaso, noté de repente que no tenía visión de un ojo. Fui al baño para mirarme y ver si tenía algo dentro, pero no entendí qué me estaba pasando. Aun así, quise ocultarlo por dos motivos. El principal motivo era que a la semana siguiente me iba a de viaje a Tenerife con mi hermana y el otro motivo, en relación a este, que yo no quería ser una “niña enferma” y hacer cosas diferentes al resto de las niñas de clase, por eso era tan importante para mí poder ir a ese viaje puesto que, desde los 7 años, a la mayoría de las excursiones escolares no podía ir y si me dejaban, tenía que ser con supervisión para la medicación y demás. Es por eso que decidí ocultarlo y volver a clase como si no pasara nada. Unos días más tarde, estuve ingresada porque me habían regalado una bici y me caí debido a la pérdida de fuerza en las manos y no pude frenar.
Cuando fui a Canarias, además de la pérdida de visión y esta pérdida de fuerza, noté que la parte derecha del cuerpo se paralizó casi por completo y, debido al calor, sentía mucha fatiga, incluso por las noches tenía vómitos, pero cada noche me excusaba con que algo me habría sentado mal para no darle importancia. A todo esto, empecé a coger los cubiertos con la mano izquierda, a pesar de ser diestra por la parálisis y, por supuesto, mi hermana se dio cuenta y me dijo que en cuanto volviéramos a Coruña tenía que ir al médico. Pero cuando volvimos, ella se lo comentó a mi madre que, al verme quitándole importancia, ella tampoco se la dio y no fuimos al médico.
Ese fin de semana, una vez en Coruña, estaba con mis amigos por la calle y llegó un punto en que no podía caminar más y un amigo suyo tuvo que llevarme en brazos porque no era capaz de continuar. Y, aun así, decidí ocultarlo hasta que el lunes fui a las clases de repaso como un día normal y la profesora vio que no estaba bien y se sintió en la obligación de llamar a mi madre para contarle la situación e ir al médico.
Cuando llegué al hospital, me ingresaron en una habitación junto con 3 ancianos. Me hicieron muchas pruebas y pensaron que tenía un coágulo de sangre en el cerebro, pero no me decían nada. Llegué a pensar que tenía cáncer y que me lo estaban ocultando, y después de 3 largos meses ingresada, me dieron el diagnóstico de EM y me administraron corticoides para que los síntomas remitieran. Y así fue, aunque quedé toda hinchada por la medicación durante meses.
Pasó el verano y en septiembre seguía estando hinchada por la medicación y no quería empezar el colegio así para que no me viesen mis compañeros/as y, una vez más, sentirme diferente por estar enferma. Como solución alternativa, la profesora de pasantía me propuso seguir las clases con ella para no tener que enfrentar esa situación en el colegio y estuve así un tiempo hasta que lo dejé. Por otra parte, mi hermana buscó ayuda y acudió a la Asociación Coruñesa de Esclerosis Múltiple que recientemente se iba a inaugurar. Acudimos a la inauguración y conocí a personas afectadas y a la psicóloga. A pesar de toda la información que me aportaba mi hermana, para mí fue muy impactante ver personas en silla de ruedas, y pensé que mi futuro sería ese. También, me sentí muy apoyada por la psicóloga que, de hecho, estuve yendo de forma continuada a terapia, pero yo estaba “enfadada con el mundo” y no me permitía aceptar mi situación.
Desde entonces, tuve brotes continuamente, siendo a mis 18 y 24 años de edad los más duros. Pensé que nunca podría trabajar y tener una vida “normal” como otras personas de mi alrededor. Sin embargo, cuando me recuperé de los brotes, empecé a trabajar en puestos adaptados. Esto me hacía sentir diferente y no me gustaba, pero actualmente lo veo con perspectiva y sé que, gracias a esos puestos de trabajo, pude sentirme útil y desarrollarme en el ámbito laboral.
Un tiempo después conocí a mi marido, con el cual me casé y hoy en día es uno de mis pilares esenciales de mi vida. Aunque yo deseaba ser madre, no lo fuimos porque los médicos me recomendaron no tener hijos y yo acepté por mi salud. La gente que me rodea me dice que soy una persona fuerte y valiente. En especial, mi madre y mi hermana me ven como una superheroína por todo lo que he vivido desde pequeña. Yo también creo que me he adaptado bien a todos los cambios que me han venido por la EM y he ido superando todos los obstáculos que la vida me ha ido poniendo, y soy muy feliz así.
Wow Natalia no conocía tu historia porque poco hablamos más allá del taller de ACEM y realmente me ha emocionado. Gracias por compartirla con tod@s!! Eres todo un ejemplo de lucha y superación.
ResponderEliminarMuchas gracias!!! Por todo. 🥰
EliminarQué grande Nati!!! No cambies nunca!!
ResponderEliminarEres una campeona....eso si lo que tienes de fuerte lo tienes de testaruda.....no cambies nunca 🥰🥰
ResponderEliminarGracias
EliminarTe queremos!!!
ResponderEliminarÁnimo Naty!!!!! ❤️❤️❤️
ResponderEliminarPues eres una luchadora Nati, me emocioné al leerlo, siento ganas de abrazarte, no sabía lo difícil que ha sido para ti, pero tú tienes mucha fuerza para seguir adelante y mucha suerte con los que te quieren y están a tu lado.🥰🥰
ResponderEliminarGracias Anuska!!!Un beso!!!
EliminarGracias prima!!!
ResponderEliminarUna gran guerrera amiga ejemplo de vida y fortaleza
ResponderEliminarGracias!!!!
EliminarYo sé que eres una gran luchadora de eso no tengo ninguna duda. Deseo que nunca dejes de luchar.Te quiero mucho.
ResponderEliminarGracias 👏 🙂 yo también te quiero mucho!!
ResponderEliminarImpresionante! Gracias por compartir tu historia tan resumida y tan comprensiva a la vez. Al final la vida siempre nos da una 2º oportunidad llena de gente que nos quiere.
ResponderEliminar