30 de noviembre de 2023: "Mi vida"

 

Mi vida
Ana Belén Navarro Fernández

20 de marzo de 1968. Día en el que nací, en el seno de una familia de clase media la cual vivía de un negocio familiar, un bar, el mítico bar de pueblo que todo el mundo conoce. Recuerdo mi infancia e imagino a una niña feliz, con una sonrisa dibujada en su rostro. A pesar de que siempre estaba trabajando junto a mi familia en el bar; ese sacrificio nos brindó la posibilidad de estudiar y forjarnos un futuro digno. Además, en lo que a mí respecta, me ayudó a madurar antes de tiempo, y me dejó muy claro lo que no quería en mi vida, y lo que sí ansiaba por conseguir.

Después llegó mi etapa universitaria fue uno de mis mejores recuerdos, porque además de disfrutar lo que hacía, conocer un nuevo modo de vida, y poder independizarme, conocí al que fue mi marido y padre de mis hijas. Sin duda fue una etapa feliz.

Una vez licenciada en Derecho, los dos aprobamos las oposiciones a la Administración Pública de la Junta de Andalucía.

Nuestro primer destino fue Sevilla, en 1996, ya casados iniciamos nuestro proyecto de vida juntos. Puedo decir firmemente que en Sevilla conseguimos llegar al “climax” de la felicidad. Lo teníamos todo, yo por lo menos, tenía lo que siempre había soñado, un trabajo, un hogar, y mis dos hijas preciosas que le daban todo el sentido a mi vida.

No obstante, aprendí que la vida es como una montaña rusa, ya que tiene subidas y bajadas. Un día del año 2002, con 34 años de edad, me diagnosticaron Esclerosis Múltiple. Mi pregunta por aquel entonces era ¿Cuánto me quedaba de vida? De ahí se deduce el poco conocimiento y la ignorancia que tenia sobre esta enfermedad.

Y se produjo el efecto domino, una ficha tiraba la siguiente; enfermedad, jubilación, separación, soledad….. Todo mi mundo maravilloso e idílico se vino abajo como un castillo de naipes.

¿Has tenido alguna vez la sensación de tenerlo todo y de no necesitar nada más, y a la misma vez el miedo a perderlo todo? Pues así era mi vida por aquel entonces. Pero todo cambió con un diagnóstico y empezó ese momento, en el que ves ante tus ojos cómo tu paraíso se convierte en un desierto árido, con infinidad de piedras y obstáculos en el camino, como si cayeras a un pozo sin fondo, una caída permanente hacia la oscuridad, hacia ese miedo que te genera la incertidumbre de qué va a pasar, de qué será de mí, y sobre todo que será de mis hijas.

Sin duda alguna, esta es una fase de duelo que, desgraciadamente, tienes que pasar. Es necesario atravesar esa tormenta, ese dolor que te invade y paraliza, que te deja sin ganas de luchar. Pero, ¿sabes qué? Ese dolor se pasa. Eso sí, el tiempo que necesites para poder salir más reforzada que nunca depende de ti y solo de ti.

En mi caso, me aferré a lo más preciado que tenia, mis hijas, comencé a poner los pies en la tierra y a caminar. Entendí que ellas no tenían que sufrir, y por ellas, por su felicidad, por mi familia, por mis amigos, y por mí, decidí coger todas mis armas y luchar como la guerrera que siempre he sido.

Creo firmemente que la fase de duelo hay que pasarla, es una fase en la que te lamentas, lloras, te desahogas. Es duro, es doloroso, pero cuando termina esa etapa, y reconoces lo que tienes y lo aceptas, te cuelgas tu mochila, por pesada que sea, y comienzas a dar pasos firmes y seguros. Aceptas lo que hay y comienzas a vivir una vida que no es peor ni mejor, simplemente una vida diferente; en la cual también puedes ser feliz.

Para ir terminado quiero hacer mención a mi fiel compañera, la actitud. La actitud frente a la vida es fundamental, debe ser positiva y esperanzadora. Una actitud negativa y oscura no es la mejor herramienta para vivir. Además, hay que tener muy claro que la actitud se puede cambiar, ya que no es una forma de ser, sino de estar. Mi actitud cambió como de la noche a la mañana, adquirió una luz especial y gracias a ello me considero una persona feliz y afortunada, a pesar de todas las piedras que llevo en mi mochila día tras día.

No hay conclusión cerrada de mi historia, porque esa conclusión es mi día a día, intento subirme a todos los trenes que pasan delante de mí, no pierdo la oportunidad, porque ninguna oportunidad que se presenta es igual que la anterior; y cada tren que pierdes, es una posibilidad menos de ser feliz. En definitiva, quiero vivir intensamente la vida, la única vida que tenemos.

Ningún sueño, por difícil que parezca, es imposible de hacerse realidad. A mi me parecía imposible montar a caballo, y la esclerosis no me impidió hacerlo realidad. También pinto cuadros, paisajes que me llenan de vida el alma. He practicado escalada que para mi es un deporte tan completo que me aporta no solo mejoría física sino también mental. Además, soy Vocal de la Junta Directiva de ASEM. Me encanta ir a la Asociación, ya que allí he conocido a personas muy importantes para mí. Estoy afiliada a la Once. Participo en charlas dando mi testimonio y sobre todo transmitiendo un mensaje esperanzador.

Lo que intento transmitir básicamente como lema de mi vida, es que lo más importante es la actitud que adoptes ante tus problemas y como decidas afrontar tu destino. Te aseguro que merece la pena luchar, la vida es tan bonita y tan fugaz a la vez que debemos vivirla lo más intensamente que podamos.

Y con esta bonita frase, cierro, por ahora, la historia de mi vida: “No sabes lo fuerte que eres, hasta que ser fuerte es tú única opción”.







Comentarios

Entradas populares