1 de diciembre de 2023

María Lozano Pino

Me llamo María y estoy diagnosticada de esclerosis múltiple. Empecé con unos 20 años, cuando era muy joven y tenía mucha fuerza, con algunos problemas en las piernas y cosas que me molestaban, por aquel tiempo la EM se conocía, pero no había tantos avances. A los 30 tuve lo que ahora sé que es un brote bastante grande, me mandaron a los neurólogos y durante unos 15 años estuvieron haciéndome pruebas y revisiones, en las que no encontraban nada. A los 43 años me operaron de una mastectomía bilateral por un cáncer de mama y a los 45 volví a tener un brote. Trabajaba como auxiliar de enfermería en una consulta de rehabilitación y la rehabilitadora me recomendó hacerme una resonancia ya que no me la hacía desde 7 u 8 años atrás, en esta resonancia se vieron las lesiones, me derivaron a la unidad de EM y me hicieron todo el paquete de pruebas. En mitad de todo esto, mi marido tuvo un accidente de moto que, aunque no fue grave, le supuso entrar a quirófano un par de veces por semana por las fracturas. Por esto, durante un mes, yo iba suspendiendo las citas para que me dieran los resultados, cuando me los dieron me confirmaron que era EM. En aquel momento mi vida era un caos, pero me dije a mi misma: “Ni se te ocurra quedarte en el yo ya no puedo hacer. A ti te gusta mucho hacer senderismo, esto se ha acabado para ti, pero no la vida, hay muchas cosas gratificantes que hacer”. Al principio estaba enfadada con la EM, hasta que me di cuenta que el enfado te hace no sonreír, disfrutar, ni ser feliz, entonces me reconcilié con mi enfermedad, me hice amiga, aunque fuese complicada, la acepté.

Por tener EM no estás exenta de tener problemas en la vida, yo los he tenido, en plena pandemia me separé de mi marido de manera muy dolorosa y me sentí muy mal física y psicológicamente, pero pedí ayuda y desde la asociación me prestaron todo el apoyo que necesitaba. Mi vida estaba patas arriba, tuve sentimientos negativos, pero me fijé en las cosas buenas que tenía: la asociación, mi grupo de amigas, mis hijos, mi hermano… No estuve sola. No todo es malo, la EM me ha enseñado a valorar lo bueno, a vivir el día a día, con mis proyectos y objetivos, que tengo como cualquier persona, pero siendo conscientes de lo frágiles que somos todos, teniendo EM o no.

Reorganicé mi vida y empecé de 0, con mi gran amiga la EM del brazo, hice mi nuevo proyecto de vida, aunque con cierta edad todo cuesta un poco más. Me compré un piso y lo adapté y ahora estoy cómoda, superé la mala racha, y en lugar de sentirme la persona más desgraciada del mundo pensé en aprovechar y disfrutar lo que me queda. Ahora tengo 64 años, estoy diagnosticada de EM y estoy feliz y en paz.







 

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