14 de diciembre de 2023

 

Pilar Dávila Comesaña

Estimados lectores. Soy Pilar Dávila. Tengo 57 años, una tetraplejia que ha venido labrándose camino la esclerosis múltiple Y SOY MUY FELIZ.

Con 26 años me han diagnosticado una esclerosis múltiple, aunque solapada por otros problemas añadidos que tenía como era, el síndrome de Arnold-Chiari y una siringomielia. Tanto la siringomielia como la esclerosis múltiple, prácticamente son dos perros iguales, pero con distintos collares. Con una craneotomía, han conseguido eliminar el Arnold-Chiari. En ese momento, trabajaba y tenía dos hijos, Josué de 4 años y Amaranta con 8-9 años. Fruto de ambas enfermedades deambulaba, pero lo iba subsanando con la cortisona. Hasta 20 años después por mis narices, no me he sentado en la silla, porque eso era lo que me decían, que con mucha suerte tardaría 20 años en estar en silla de ruedas, "pero eso con mucha suerte" me recalcaron.

Primero deambulaba, con lo cual iba reparando mi amiga la cortisona, cada vez menos, pero iba reparando. Una vez separada decidí meterme en un grupo de teatro aficionado. Me evadía actuando, y a propósito, lo hacía muy bien.

Era consciente de los pasos que más o menos seguiría la enfermedad, he vivido mi vida activa por franjas. Siempre me gustó muchísimo bailar, entonces iba con mis amigas a hacerlo, ya que me imaginaba que lo primero serían las piernas. Entraba a un pub y los porteros veían que estaba bien. A pesar de tener para caminar una autonomía de media hora y para bailar de sólo 10 minutos, aun así YO BAILABA. Al salir del lugar, los porteros veían que salía deambulando y agarrada a dos amigas, "borrachísima" pensaban ellos. Si iba yo sola por la calle y estaba cansada, o cuando la cortisona estaba en las últimas de hacer efecto, la gente se escondía y me miraba, pensando lo mismo, "borrachísima". Pero al mismo tiempo mi aspecto no era el de una persona borracha, con lo cual me dijeron, que mejor cogiera un bastón.

Utilizar las muletas fue un bajón, porque ya no tenía manos para mí sólo para las muletas. Una vez en un sitio alguien dijo: "Aquí hay un paraguas, ¿no será tuyo Pili?". Y yo: "Sí, claro, lo traje con los dientes". Y entonces, todas nos echábamos a reír.

Cuando ya me senté en la silla, sobrevinieron otros problemas; los pañales. Estaba en edad de llevar tanga, ¿cómo iba a tener que usar pañales? Me rebelaba, pero al día siguiente, le veía la parte positiva. "Ya no tendré tanta prisa para ir al baño". Después perdí la vejiga, al principio me costó, pero al día siguiente ya empecé a verle la parte positiva; "ya no tendré que estar cambiándome cada cuatro horas, puedo ir a donde quiera sin límite de tiempo".

La clave de ser tan feliz es que practico la resiliencia, que consiste en no pensar en lo que no podemos hacer, sino en aquello que sí podemos hacer. Con una sonrisa y el buen humor, haces a tu entorno feliz y, por ende, TÚ ERES FELIZ.