3 de diciembre de 2023
A lo largo de mi infancia tuve síntomas aislados propios de la esclerosis múltiple: adormecimiento facial, diplopía, fatiga desde los 10-11 años, recuerdo que con 13 años vi doble durante dos días, pero nadie me hizo caso. Había días que llegaba a casa y no podía más, era la mochila que empezaba a pesar un poquito.
Con 16 años un día empecé a ver “como
una nebulosa alrededor de mi visión, como la visión en túnel y fue entonces
cuando nos hicimos conscientes de que me estaba pasando algo”. Fui al médico de
cabecera, me derivó al oftalmólogo, luego fui al del hospital y ya de allí fui a
neurología. El neurólogo me dijo “puedes tener un tumor cerebral, pero yo lo
descarto”. Cuando me lo dijo, pensé que me iba a morir. Después me hicieron una
resonancia magnética y con los síntomas que yo tenía, ya tenían claro que era una
esclerosis múltiple de libro, ya no fue necesaria la punción lumbar.
A partir de allí intenté seguir una
vida acorde con mi edad: seguí estudiando, acabé mis estudios, me puse a
trabajar… Tuve que dejar de trabajar porque comenzaron los botes. Estos brotes
me incapacitaron más en cuanto a sensibilidad, equilibrio, fatiga extrema… Ese
mismo año empecé con el Betaferon, eran los inicios de los tratamientos farmacológicos
y era un poco de prueba. Después de todo esto, me casé, tuve dos hijos y poco a
poco me fui adaptando a las situaciones de cada momento. Durante el embarazo
tuve que dejar la medicación un mes antes de quedarme embarazada para que mi
cuerpo se depurara. No me plantee dar el pecho por miedo a que me pudiera dar
un brote al dejar de estar protegida por la medicación. Mis hijos me dieron
mucha vida, siempre se han adaptado a mí y yo a ellos.
En cuanto a la medicación, me la han
cambiado tres veces. Primero comencé con inyecciones, después ya fueron
pastillas. La segunda medicación que me dieron me generó efectos secundarios,
pero la verdad es que toda la medicación que he tomado ha hecho su efecto.
Desde el principio, mi cabeza ha
ido por delante de mi cuerpo y es la parte más difícil. Siempre he intentado
llevar una vida lo más acorde posible a la edad y situación de cada momento. El
neurólogo, en mis comienzos con la esclerosis múltiple me recomendaba no andar
más de 15 minutos seguidos. Siempre me ha gustado disfrutar de las montañas y
he adaptado cada momento para poder disfrutarlas. Mi compañero de vida siempre
ha favorecido mi situación, dando pasitos juntos. Ahora, por suerte, es
diferente. Debes estar lo más activo posible para poder mantenerte el mayor
tiempo posible fuerte. Antes nunca había hecho ejercicio. Ahora, a raíz de la
rehabilitación, estoy mejor y puedo llevar una vida mejor. Ahora soy capaz de
hacer cosas que antes no podía.
En ningún momento me he sentido
limitada en mi entorno. Está claro que tampoco he podido hacer muchas cosas,
pero no me ha supuesto una barrera para poder tener una “vida normal”. Para mí,
la esclerosis es eso, una mochila. Yo me he criado ya con la mochila, ella ha
girado en torno a mi vida, es algo bueno que he podido sacar de ella. La razón
de participar en esta campaña es para que las personas que carguen con esta
mochila tengan una visión lo más esperanzadora posible.
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