6 de diciembre de 2023: "¿Es la E.M. el final?"

 

¿Es la E.M. el final?

Luis María Fernández Nanclares

Seguro que todos nos hemos hecho esta pregunta alguna vez, pero no es algo que resulte fácil de responder, al menos cuando te va la vida en ello. 

Hay un montón de nombres para referirse a La Esclerosis Múltiple de manera más o menos eufemística: enfermedad de las mil caras, enfermedad desmielinizante, enfermedad neurodegenerativa… y un largo etcétera para hablar de esta enfermedad que nos afecta, que limita lo que hacemos y que no tiene cura; al menos de momento. Aunque si es cierto que existen diversos tratamientos que ralentizan su progresión y que nos dan un atisbo de esperanza para el futuro. 

Estaréis de acuerdo conmigo en que ha habido en todos los casos, un antes y un después de conocer el diagnóstico. Estaréis de acuerdo también, en que alguna vez habéis sentido una extraña mezcla de miedo e incertidumbre de cara a lo que se avecina. Estaréis de acuerdo, por último, en que de ninguna manera podíais prever nada parecido. Pero la vida va cambiándolo todo en cada momento, en cada plan y en cada espacio. Sin embargo, no todo es negativo en torno a esta enfermedad. No sé muy bien si esa es sólo mi forma de apreciarlo porque que soy un positivista nato o, simplemente un iluso. Pero me apetece compartir con vosotros lo que he encontrado de positivo en la E.M. porque, aunque no sea mucho, sí que me parece importante. 

1. Adiós a los prejuicios. Con la E. M. los prejuicios desaparecen. Todos. No me digáis que no es verdad, que no habéis cambiado en vuestra forma de ver a los demás, de valorar lo que hacen, de agradecer su ayuda y preocupación. Voy a permitirme poner otro nombre a la E.M., el de desenmascaradora ¿Por qué? Pues, por la sencilla razón de que no quedará nadie a nuestro lado con sentimientos falsos, engañosos o cruzados. Siglos de judicatura pidiendo a los testigos que digan “la verdad y sólo la verdad”, y ahora resulta que una enfermedad desmielinizante, desnuda a todos/as ante nuestros ojos. No podéis decir que eso no es una ventaja, 

2. El dios de las pequeñas cosas. Hasta no hace tanto, había montones de cosas y situaciones que nos pasaban desapercibidas, quizá porque estábamos acostumbrados o quizá porque las dábamos por hecho. De alguna forma, nos perdíamos parte de la vida; de esta vida que sigue rodeándonos. Es una pena que nos perdamos momentos irrepetibles, sensaciones desconocidas o nuevas experiencias.

Por desgracia, no todas son gratificantes, pero lo que sí es cierto, es que de todas ellas podemos aprender algo nuevo. 

3. Nuevo concepto temporal Obviamente, con o sin E.M., los días tienen 24 horas; pero ahora el tiempo resulta diferente y el destino que le damos, también. Creo que impera la sensación de que “no hay tiempo que perder”, seguramente porque no somos capaces de ver lo que nos queda de este bien tan escaso. Como si el resto de la humanidad lo supiera o lo tuviera comprado. Gracias a esta enfermedad somos capaces de apreciar mucho más la importancia de nuestro tiempo. De convertirlo en el valor absoluto de nuestra vida, muy por encima de valores terrenales o fungibles. 

Siempre me han gustado los relojes, auténticos elementos de medición temporal. Son, desde hace bastante, máquinas de precisión para medir nuestro desarrollo vital. Pero la E.M. ha hecho que entienda el cometido de estas máquinas de forma diferente: miden los buenos momentos que vivimos, miden la distancia temporal que nos separa del inicio y miden lo que destinamos a personas que viven junto a nosotros, con las que compartimos sueños, deseos y experiencias. Por favor, utilizad los vuestros para medir los buenos momentos, para medir el tiempo feliz, para medir lo que nos falta antes de pasar un tiempo al que exprimiremos todo lo que nos trae.

Espero que esta reflexión os guste y os ayude un poco en los momentos difíciles, o al menos contribuya a que sean un poquito más breves.

 Un abrazo.





Comentarios

Entradas populares