HISTORIA 13: Mª ESTHER REDONDO MORENO

 


HISTORIA 13: Mª ESTHER REDONDO MORENO

Si me paro a pensar fríamente, no es tan fácil contar lo que sentí; no porque no me acuerde o no sepa cómo explicarlo, todo lo contrario… 

 El diagnóstico tardó más de un año; meses interminables de incertidumbre. Idas y venidas de un especialista a otro que no sabían el porqué de mis síntomas. Creí que me había vuelto una “delicadita” con el calzado. Todo me molestaba. Probé muchos tipos de zapatos, botas, zapatillas de deporte… pero todos y cada uno de ellos, dejaban los dedos de mis pies muy doloridos y todas las noches rezaba para que llegara el buen tiempo y ponerme por fin, el ansiado calzado veraniego. El hormigueo no cesaba e incluso la sensación de notar como me golpeaban la punta de los pies con una tabla de madera se hizo eterna. 

Pero un día cualquiera del mes de diciembre del 2019, de repente amanecí con diplopía; para quién nunca haya oído hablar de esa espeluznante palabra, significa visión doble; a mí me tocó el regalito envenenado de visión doble vertical. Eso fue la entrada a una hipoteca de por vida. Recuerdo vivir unos días como protagonista de una película de terror y aunque me dijeron que tardaría unos meses en volver a la normalidad, me lo tomé bien, me puse un parche improvisado en el ojo y gracias al tratamiento, la pesadilla sólo me duros unos días. Ese fue mi primer brote. Y por fin llegó…se coló en mi vida sin pedir permiso… sentada en la cama del hospital, sentí que me sentenciaban de por vida.

Recuerdo llorar, llorar mucho en el silencio de mi habitación hasta ordeñar la última gota salada. No quería ser una carga para mi familia; ni siquiera pensé ni un minuto en mí. Durante unos días, me di el lujo de disfrutar de noches de pesimismo y de maldecir mi suerte, pocos fueron, en seguida volví a ser yo, a llevar a cabo mi eslogan de vida, a darle siempre la vuelta a la tortilla y empecé a pensar en los avances de la medicina.

El segundo brote fue en la piel; todo mi cuerpo se cubrió de ampollas. ¡En plenas Navidades! Sin embargo, no me escondí y disfruté con mi familia. Fue duro, no puedo, ni quiero negarlo. Cómo no hay dos sin tres o eso dicen, tuve un tercer brote y de momento el último; hipersensibilidad en la planta de los pies. Imaginad miles de alfileres clavados en vuestros pies; me sentí una auténtica faquir. Con más o menos trabajo no dejé que esa situación mermara mis ganas de vivir y de nuevo el tratamiento volvió a hacer su magia.

¿Cómo he conseguido mantenerme a flote? Gracias a mi forma de ver el mundo, siempre con el vaso medio lleno, pero en esta ecuación también entran a formar parte dos incógnitas muy importantes, el apoyo incondicional de mi familia y amigos y la suerte de conocer a una neuróloga que me hizo ver todo este tornado de emociones con esperanza.



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