HISTORIA 25: MARÍA ANGUSTIA LIZANA: "El primer día, y el día después"

 



HISTORIA 25: MARÍA ANGUSTIA LIZANA: "El primer día, y el día después"

Mi nombre no es lo más importante; me llamo Julia, Carmen, María o, quizás, Nicolás. 

Tengo dieciocho, veinticinco, treinta o cuarenta y dos años y, aunque esto tenga cierta relevancia, tampoco es lo fundamental. Soy de Granada, Galicia, Cádiz, Madrid, París o Estambul… qué más da. En realidad, es una situación que vivimos casi dos millones de personas en el mundo.  

Un día de abril, de agosto u octubre te ves sentada en un despacho o tumbada en una camilla de hospital y, finalmente, tras un largo periplo de médicos y pruebas, un neurólogo te da el diagnóstico: “Usted tiene Esclerosis Múltiple”.

Parece como si el planeta se parase, como si el tiempo se interrumpiera abruptamente y sientes que vas cayendo lentamente, en adelante todo será más lento, en un pozo oscuro, profundo y sombrío.  

No sabes exactamente en qué consiste tu enfermedad, pero de una manera extraña tu cerebro -pobre cerebro dañado- intenta asumir que no desaparecerán ni el hormigueo constante en tus miembros ni el maldito cansancio ni siquiera en ocasiones el dolor intermitente. Que quizás vuelvas a andar o no, que quizás recuperes tu ojo dormido o no, que quizás puedas controlar los esfínteres o no, que quizás… 

Es curioso, en cinco minutos te planteas tu vida y tu muerte.  

Piensas en tus padres, en tus hermanos, en tu pareja, en tus hijos si los tienes o deseas tenerlos; ¿quién les preparará el desayuno, ¿quién les abrazará, cuidará, consolará cuando a ti te domine el cansancio y el desánimo?

¿Quién irá al trabajo de lunes a viernes, quién regará las plantas, quién sacará al perro? ¿Quién podrá hacer el amor cuando te cruje el alma y tu cuerpo, tu cintura, tus piernas son bloques rígidos, anquilosados, doloridos? 

¿Cómo hacer comprender a tu entorno, a tus seres queridos que ya no eres la misma persona, que ya no encuentras la palabra precisa, la caricia justa, el gesto adecuado? 

¿Cómo vencer el miedo, la angustia, la ansiedad, la soledad y la tristeza? 
¿Cómo volver a encontrar la belleza del atardecer, cómo apreciar la cadencia de la música, cómo recuperar el gusto por el paseo marítimo y el hermoso sonido del devenir de las olas? ¿Cómo despedirse de tu antiguo cuerpo y empezar una nueva vida con éste, desconocido, complejo y roto? 
¿Cómo olvidarte del mañana, cómo dejar de pensar por qué a mí y entender y por qué no, cómo vencer una enfermedad crónica y degenerativa?

La vida es un tanto azarosa, tal vez aprendas a conocer tu cuerpo, a descifrar las señales. Tal vez tengas un poquito de suerte y te dejes llevar tranquilamente, saboreando una copa de vino, cuando puedas, adentrándote suavemente en el mar, cuando puedas, abriendo tu corazón y tus brazos cuando puedas y quieras. 

Quizás sea yo pero podrías ser tú, podría ser cualquiera. Por eso el nombre no es importante. 




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