Historia 4- Juan Antonio Montenegro Álvarez de Tejera
Soy Juan Montenegro, teniente general del Ejército en situación de retirado con 66 años y padezco “Esclerosis múltiple primaria progresiva” EMPP diagnosticada hace cinco años.
Todo empezó en Bruselas (Bélgica) con problemas de coordinación al andar. Acudí a varios médicos y al final, un neurólogo belga me realizó todo tipo de pruebas y finalmente, una punción lumbar con la que constató y diagnosticó la EMPP que padezco. Allí inicié mi tratamiento, además de sesiones de fisioterapia y rehabilitación neurológica para poder seguir trabajando hasta mi prejubilación en septiembre de 2021.
Cuando recibí el diagnóstico tuve un sentimiento de alivio pensando que al saber lo que me pasaba, se podría tratar para que su evolución fuera lenta y pudiera seguir con mi vida… ¡qué equivocado estaba! Luego, al comprobar lo que me esperaba, sufrí un rechazo total a la enfermedad y a mí mismo, ni siquiera se lo decía a nadie, no aceptaba la ayuda de nadie, yo lo podía “hacer todo” como antes y desde luego, no quería saber nada de otros afectados.
Ahora a través de ADEM Madrid y AELEM he conocido personas con EM que pierden roles y afectos como yo, personas que tienen que reconstruirse desde sus ruinas y aprender a enfrentarse, como sólo son capaces de hacerlo los soldados y los enfermos de EM, al azar de los días y a la hostilidad de las noches. Así las cosas, buscando con desesperación dónde agarrarme en los peores momentos para encontrar la fuerza que necesito, con el devenir de los días he encontrado dos “agarraderos” que quiero compartir:
El primero lo encontré en la película “Memorias de África” cuando su protagonista Karen Blixen, padeciendo innumerables desgracias, afirma: “Cuando veo que ya no puedo seguir soportándolo, aguanto aún un momento más y entonces sé que puedo soportar cualquier cosa”. Cuando llegan mis malos momentos, recuerdo estas palabras y puedo seguir adelante un día más.
El segundo es la canción “Resistiré” himno de la resiliencia a la pandemia COVID-19 que considero de aplicación palabra a palabra: “Resistiré cuando se me cierren las salidas y la noche no me deje en paz; resistiré cuando los sueños se me rompan en pedazos; resistiré aunque los vientos de la vida soplen fuerte siendo como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie; resistiré para seguir viviendo, soportaré los golpes y jamás me rendiré”.
De
todo ello, extraigo la fuerza para convivir con la EM y vivir esta vida tan
diferente de mis planes para mi jubilación, la fuerza para levantarme por la
mañana, la fuerza de ir al médico, a las distintas pruebas, a rehabilitación y
a hacer ejercicio, la fuerza de tratar de seguir siendo yo, y la fuerza para no
rendirme un día más, esperar un hipotético milagro de la medicina, compartir
mis experiencias, y por supuesto, aceptar todo tipo de ayudas con la mejor de
las sonrisas.
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