Historia 6- María José García Darias
EL SENDERO DESCONOCIDO: CONVIVIENDO CON LA EM
Un
día cualquiera hace diez años todo cambió… Caminaba por la vida de una manera
un tanto inusual, hacía sólo dos años que mis hijos gemelos fueron
diagnosticados de autismo. Ese jarro de agua fría me envolvió de tal forma que
perdí mi perspectiva para centrarme en la de ellos y poder darles la respuesta
que necesitaban… Imagino que ese golpe hizo mella en mí e hizo nacer a la que
sería mi nueva compañera de viaje, la Esclerosis Múltiple.
Al
principio, el camino se me antojaba arduo y complicado, creía tener ya bastante
con la dificultad de mis hijos pero, mi suerte tenía otros planes para mí. La
Esclerosis y yo tuvimos fuertes peleas, no encontraba la forma de hacerle un
hueco en mi vida pues se empeñaba en enseñarme sólo su lado más oscuro y llegó
el momento de pedir la ayuda que tanto bien me hizo. Los años iban pasando
lentos pero el tiempo iba colocando cada cosa en su lugar, incluso a ella, mi
EM. Ella me ha enseñado a creer en una fortaleza que no era capaz de ver en mí.
A pesar de las circunstancias, el camino seguía con ella de la mano, muchas
veces sin manifestarse y, cuando lo hacía, todavía me creía más fuerte.
En
el transcurso de esa senda también he conocido a otra compañera de viaje
llamada Resiliencia y que tanto me ha ayudado a levantarme cada vez que me he
caído, cuando los resultados inadecuados de una resonancia se han convertido en
otra piedra aún más pesada para la mochila,
cuando el calor aprieta de tal manera que todo mi cuerpo se vuelve un
bloque difícil de mover... Esa es mi verdadera fortaleza. ¿Mirar atrás? Sólo
para recordar los aprendizajes positivos que las circunstancias me han
regalado. Me gusta verlo como unas botas cómodas para seguir mi sendero,
disfrutando de cada paso, de cada piedra que se atraviesa y agradeciendo que
hoy estoy, mañana ¿quién sabe?
La
senda continuaba sin tregua. Al principio me creía incapaz de alcanzar ningún
reto físico. El lado derecho de mi cuerpo era como gelatina pero intentaba
marcarme pequeñas metas que sí fuera apta para lograr. Se me antojó una buena
manera de motivarme, teniendo en cuenta mis limitaciones, sí, pero, ¿quién dijo
que fuera imposible? Sólo era cuestión de intentarlo con tesón y confianza,
apoyándome en quienes me quieren y repetirme que sí podía hacerlo. Siempre me
gustó mucho viajar y he conseguido hacerlo adaptando el viaje a mis
posibilidades. Así he logrado ver que sí se puede y llegar hasta donde yo considere.
Yo decido hasta dónde y cómo, marcando así mis ritmos. Viajar es para mí la
mejor medicina, el mejor tratamiento.
¿VICTORIA?
Pues sí, en cada paso hacia adelante, en cada logro, en cada día vivido a tope
y con conciencia. La EM, hasta ahora, no se puede vencer, pero creo que he
podido convivir con ella, darle la mano
y aprender de cada momento que me regala, aunque ese momento no sea agradable.
A raíz de todo esto se me ha ocurrido pensar que todo pasa por algo y que, muchas
veces no hay un por qué, pero siempre se pueden sacar aprendizajes de cada
material que llega, es lo necesario para seguir aprendiendo. Esta es la única
forma de la que soy capaz de entenderlo.
Alguien
a quien admiro y aprecio muchísimo dijo una vez “no límites tus retos, reta tus
límites “ Gran y acertada premisa para seguir adelante porque el presente es un
regalo.
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