Historia 13- Emma María Guldris Otero
Me llamo Emma, tengo 36 años y soy profesional del mundo inmobiliario. Aunque actualmente estoy de baja por estrés laboral, sigo manteniéndome activa para una pronta recuperación y por mi bienestar. Soy muy consciente y constante con las actividades que siento que me benefician y me hacen sentir bien. Mis favoritas son el tiro con arco y montar a caballo, aunque diría que mi mayor terapia es el yoga y el voluntariado, por el gran impacto positivo que tienen en mí.
El voluntariado, especialmente, ocupa un papel muy
importante en mi vida. Me aporta muchísimo y me hace sentir realizada al saber
que estoy ayudando a personas que lo necesitan. No es necesario hacer grandes
cosas para ayudar: a veces basta con tener empatía y ofrecer acompañamiento.
Pero también he participado en proyectos más grandes, como un viaje a Bolivia
este verano, y tengo pendiente otro reto: caminar 55 km en 18 horas para
recaudar dinero para una ONG con el fin de llevar agua potable a muchos sitios
en los que no hay.
Personalmente, estos desafíos me hacen sacar fuerzas de
donde parece que no las tengo, para poder seguir ayudando a los demás. Por eso
estoy muy agradecida a mi cuerpo: me responde, me lleva a los sitios y apenas
se “queja”.
Siento que he aprendido mucho de la vida gracias a estas
actividades, proyectos y, por supuesto, a la esclerosis múltiple. He vivido
muchas experiencias que me han hecho reflexionar y de todas ellas me he llevado
aprendizajes importantes. Hoy siento que cada día es un regalo, y que hay que
ir paso a paso, tratando de hacer de cada día lo mejor posible, para poder
mirar hacia atrás algún día y sentirse orgullosa. Sé que esto no lo aprendí de
la noche a la mañana; soy consciente de que ha sido un camino largo.
Cuando me diagnosticaron, en enero de 2021, fue un shock
total. Acudí al médico porque, después de la pandemia (allá por septiembre de
2020) empecé a notar que cuando estaba mucho tiempo quieta, la parte izquierda
de mi cuerpo se quedaba dormida. Pensé que no sería nada grave, quizá mis
músculos estaban debilitados tras tanto tiempo de confinamiento y poca
actividad. Pero cuando recibí la noticia, estaba sola en la consulta y fue muy
impactante. No conocía mucho sobre la EM. Ese momento me hizo poner los pies en
la tierra y descubrir que quizá no era tan fuerte como creía, pero también me
enseñó a agarrarme a la realidad y a aprender a afrontarla.
La primera persona a la que llamé al salir de la consulta
fue Carlos, mi compañero de vida, que siempre me ha apoyado incondicionalmente.
Ahora, después de estos años conviviendo con la enfermedad, nos planteamos ser
padres. Siempre lo habíamos deseado, pero lo fuimos aplazando por distintos
motivos: uno de ellos, el diagnóstico y toda esa “película” que te montas sobre
cómo será tu vida o las limitaciones que tendrás. Con el tiempo comprendí que
nunca habrá un momento perfecto, ni estaremos seguros al cien por cien, pero sí
sabemos que es algo que siempre quisimos y es hora de intentarlo. Además, estoy
tranquila porque, llegado el momento, sería un embarazo muy controlado por los
médicos.
Si pudiera darle un consejo a alguien que esté en la
misma situación que yo hace cinco años, le diría que llore y grite todo lo que
necesite, incluso que rompa cosas si eso le ayuda a desahogarse. Pero después,
que se ponga frente a frente con la EM y empiece a negociar con ella cómo será
su vida. Descubrirá que esa negociación será un tira y afloja constante, pero
que se irá ganando, siempre y cuando esté abierta a adaptarse a la enfermedad.
La clave para mí fue tomar la esclerosis múltiple como
una variable más de la vida, una a la que hay que adaptarse con comprensión y
cariño. Cuando aprendes a hacerlo, incluso puedes llegar al punto de preferir
esta vida a la de antes, porque la vives con más conciencia, calma y gratitud.
Comentarios
Publicar un comentario