Historia 19- María del Carmen Ludeña Aranda
Yo y la Esclerosis Múltiple.
Hay personas que parecemos haber
nacido con una estrella. Somos positivas y resilientes; aunque nunca supimos
bien lo que significaba esta palabra, hasta que hicimos uso de ella.
A medida que vamos creciendo, no
pensamos en enfermedades ni en accidentes. Yo siempre había pensado que era una
persona muy afortunada y, aunque las circunstancias hayan cambiado, aún lo
creo.
Hace unos años, estaba segura de
que tenía todo lo que una persona puede desear: una hija sana y preciosa, un
trabajo que me gustaba, y una casa en el lugar que yo había elegido, en mitad
del campo, mi locus amoenus. Sin embargo, un día todo cambió: me
diagnosticaron esclerosis múltiple, afortunadamente. Y digo “afortunadamante”
porque me había puesto en lo peor, tal vez un tumor cerebral, que acabaría de
una forma fulminante con mi vida. Y a pesar de mi alivio, no sabía lo que se me
venía encima.
Mi esclerosis es muy agresiva,
según mi neurólogo, y al parecer, hay pocos casos como el mío. Pero en lugar de
hundirme, decidí sacar toda esa resiliencia que no sabía que tenía y seguir
adelante tomando la alegría por bandera. Aun así, en menos de cinco años mi
vida ha cambiado drásticamente. Tuve que cambiar mi casita de campo por un piso
en Fuenlabrada, ya que me afectó a la vista y no podía conducir. Tuve que
jubilarme, porque terminaba agotada al final de la jornada y cada vez estaba
peor. Y ahora, dependo de un andador para caminar. En cambio, me he adaptado a
todos estos cambios de una forma que nunca me habría imaginado y para la que
nunca nadie ni nada te prepara.
Pero volvamos al principio: yo
nací con esa estrella, con una estrella que te hace ver las cosas maravillosas
de la vida. Cuando alguien me pregunta cómo estoy, respondo con una sonrisa, mi
seña de identidad, y digo: «Muy bien»; aunque seguramente ande hecha polvo.
Pero solo con escucharme a mí misma decir esas dos palabras, me siento así: muy
bien.
Nací con esa estrella, porque me
he rodeado de gente maravillosa y la gente que no lo era, se fue espantada por
mi enfermedad.
Todas las personas que padecemos
esclerosis múltiple somos resilientes, porque cada día jugamos a la lotería: no
sabemos qué número nos va a tocar, por eso la llaman la enfermedad de las mil
caras. Con ese número juegas ese día, esa semana o ese mes; pero lo más
importante es que sigas jugando y que no dejes de levantarte cada vez que
caigas.
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